Resurrexión: La banda que no pudo ser

En LVDLM no es la primera vez que vamos a relatar las oscuras historias de la música nacional. Tampoco va a ser la última. Y en ningún caso van a ser un trabajo periodístico profundo. Pero bue, es lo que hay.

Hoy, la historia de Resurrexión, la banda de punk-rock más pesada de aquel lado de Av. Arocena.

Génesis

El 2003 no era un época fácil para la mayoría de la población uruguaya. En el medio de una tremenda crisis económica, social y moral, los únicos que parecían indemnes eran los altos estratos sociales. Lo que sí era fácil era tener una banda de rocanrolen, ya que según datos del INE, existían algo así como tres bandas de rock por cada uruguayo (los datos no son exactos). Era la época donde uno podía ver las más grandes bandas de la escena local por unos meros 80 o 100 pesos.

Hoy en día podemos ver a Babasónicos por 500 pei. ¡Regalado!

Había, sin embargo, una banda que se destacó. Hablamos, por supuesto de Resurrexión. Ideada por un grupo de adolescentes provenientes de distintos colegios católicos de la capital, Resurrexión marcaría el punto más álgido de lo que más tarde fue conocido como «Pop-Punk Pelotudo», género musical pergeniado por adolescentes de clase alta.

Juan Ignacio Montes de Oca, baterista de la banda, nos cuenta desde su escritorio en el bufete de abogados de su padre, como comenzó todo.

La verdad es que nuestra adolescencia fue una época de excesos. Era natural que toda esa rebeldía adolescente explotara por algún lado. Nosotros fuimos para el lado del arte, otros para las juventudes del Partido Nacional.

Huele a espíritu adolescente. Y a Chanel nº 5.

Rodrigo Artagayvetia Shaw-Vigil, bajista de la banda nos comentó mientras recolectaba firmas para bajar la edad de imputabilidad penal:

Nuestro primer cantante fue un amigo del Tennis. Pero después se tuvo que ir. Se mudó a la Aguada y los papás no le prestaban el auto. Una lástima, pero la calle estaba salada con todo eso de que los pobres saqueaban supermercados. Igual, a mi primo Juan Andrés le colgó la idea de cantar. Pobre Juanchi.

Nicolás «El Colo» Regules de Herrera, primer guitarrista, a quien pudimos entrevistar en su palco del Parque Central nos dijo lo siguiente:

El Juanchi era un rebelde. Un «frontman» natural. Era muy cool, muy rebelde. Se hacía tatuajes temporales en la plaza de los artesanos de Punta del Este. Se agarraba a las piñas en la puerta de W Lounge.

El Éxito

Resurrexión comenzó sus «zapadas» en la barbacoa de Juan Ignacio. Todos los miembros coinciden en que eran épocas felices. Su repertorio abarcaba los temas «Te llevo en el sentimiento» y «Hacelo por mí», entre otras canciones de corte bastante paloma. Sin embargo, rápidamente, la influencia de Juanchi se hizo evidente y llevó a la banda en una dirección mucho más rebelde.

Juanchi trajo una canción. No tenía título, pero el decía que se llamaba «Tirame la goma en un avión a Miami». Hablaba de sexo… ¡antes del matrimonio! Y creo que hablaba de drogas. No sé… ¿porro es una droga no?

Pese a las disputas por las canciones de Juanchi, el debut de Resurrexión fue en el festival parroquial del liceo Monte VI, donde tocaron su set entero (4 canciones) frente al delirio de padres, madres, padres, monjas, y escolares.

Si bien la actuación no despertó gran entusiasmo, al menos motivó que la banda continuara con su proceso creativo. Es entonces cuando Juan Andres Shaw-Vigil cae en un delirio místico que lo hace verse como el salvador católico del proletariado. Sus ex-compañeros argumentan que se debió a la combinación de clases de catecismo con demasiada regularidad y las «Canciones para no dormir la siesta» de Jorge Bonaldi, el cual, ahora lo sabemos, es un zurdo recalcitrante.

Con una visión ideológica renovada, Resurrexión se lanza a la búsqueda de ámbitos alternativos, y casi como en trance, «Juanchi» compone canciones a ritmo frenético. Su único tema terminado, «Kristo es un proletario» decía así:

Burgueses liberales, chupenme un huevo.
Sistema de mierda. ¡SISTEMA DE MIERDA!
¿Donde estás señor? ¿Donde estás Jesús? ¿Donde estás Lech Walesa?
Vení, vení, volvé Señor y vamo’ a prender fuego un Shopping. Pero que no sea un jueves que me hacen descuento con la tarjeta del banco.

Es así que Resurrexión consigue lugar en «El Festival de los Rotos». Organizado en el invierno del 2004, EFDLR (Como se lo conoció posteriormente) era la iniciativa de un conocido empresario de la radio en busca de un mango fácil, fuese con el género musical que fuese, para así poder pasarlo por su «Top tuenti Belden». La idea era juntar bandas de «punk», género muy en boga en el deprimido Uruguay de esa época, meter algún hit pegadizo y levantarla en carretilla.

Visionario.

 
La Tragedia

El ambiente en EFDLR no era para nada ligero, pero las mejores bandas del género se encontraban para lo que prometía ser una «diarrea del más krudo pank (sic) rock en la kara del sistema kapitalista burgués». O al menos eso prometían los afiches que se pudieron ver por toda la capital.

El festival comienza a todo trapo con los invitados argentinos de «La Pija de Perón», de corte ultra izquierdista y que caracterizaba sus toques por tocar en pelotas. Llegado el turno de Resurrexión, Juanchi se percata que sus compañeros lo habían dejado bien en banda.

Ni ahí ibamos a ir. Lo decidimos entre todos. Mi padre no nos quería llevar las cosas y nadie sabía bien que ómnibus nos dejaba ahí, el 121 seguro que no. Tenés que entender, era peligroso, la inseguridad era tremenda, había hordas del cerro que hacían saqueos. Igual, estaba mejor que ahora, ya que no había un gobierno permisivo con la delincuencia de los menores y los marginales. ¡Ah! Antes que me olvide… ¿Querés firmar por seguridad?

Juanchi encara solo, y pide prestado un bajo. Decide entonces comenzar a recitar el Nuevo testamento mientras toca notas aleatorias en el bajo. La concurrencia, presa del tedio total a la media hora se empieza a poner impaciente, pero Juan Andrés no se amilana y continúa. A los cuarenta minutos, luego de salivazos varios, le desconectan el bajo y amablemente le invitan a retirarse so pena de que le metieran «El bajo de mierda ese en el medio del culo». Juanchi se retira cabizbajo y los espectadores de aquella noche recuerdan no verlo más.

Hasta que en medio de la actuación de «Pata de Q-Karacha» él mismo desconecta los amplificadores y comienza a tratar a la concurrencia de burgueses ateos y abortistas. Dentro del público, se encontraba un moreno de metro noventa apodado «El Yoghur», miembro de la guardia sindical peronista de la CNT, que cruzó el charco acompañando a su banda favorita, al cual no le gustó la actitud de Juanchi y se comprometió a discutirlo personalmente.

Los testimonios de lo que sucedió no son concluyentes, pero la autopsia del cuerpo de Juan Andrés indican «muerte por hemorragia anal masiva provocada por la introducción brusca de un bajo eléctrico, una figura de acción del General Domingo Perón y  un poster tamaño watman de Marley»

¿De qué otro Marley te pensabas que hablábamos?

 El final

Sin frontman y sin ideas, la banda se disolvió rápidamente, sus integrantes pasando a estudiar en diversas universidades privadas donde levantaron minitas con el cuento de que tenían una banda de rock en el liceo.

Lamentablemente, hoy es casi imposible conseguir material musical de la banda por la vergüenza que provocaba a sus miembros escucharlo. De cualquier modo, Resurrexión marcó un mojón trascendental, y es por eso que los recordamos esta semana.

Atte.
(el) Mansa

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