Tomate al eje

Hace algunos veranos, la vida me dejó vagabundeando por las costas de Rocha con gente amiga y en una de esas, terminamos en Aguas Dulces. No voy a profundizar en lo que es dicho balneario, pero… bueno, sí. Es una garcha.

A ver, no es feo, en realidad el problema es que no es un lugar para que vayan grupos de jóvenes; más bien es como para ir con la patrona, comprar unos mejillones y cenar mirando la playa con un buen vino (TANGO, por ejemplo). Y después ponerla, por supuesto. Vendría a ser como un telo pero al lado de la playa. Y que los que te atienden hablan de «tú» y se patean las bolas mal.

Usted lector, que ya vió el título se debe estar preguntando: ¿A qué vienen todas estas pelotudeces? Agárrese fuerte, la columna de esta semana de LVDLM va a ir para lados impredecibles.

Como el hombre de la foto.

Resulta que había que ir a comer. Y como nos encontrábamos desprovistos de cocina, no hubo otra que buscar el bar más rasca posible, comer barato y que sobrara guita para un bondi que nos llevara muy lejos de Aguas Dulces. Entonces terminamos en algún restó que nos brindara las maravillas de la comida rochense. Al observar la «carta», pude percatarme de la existencia de un plato denominado «Tomate al eje». Le pregunté al «mozo» (nótese el abundante uso de comillas) que era ese tal plato, que salía algo así como treinta pe.

«Ah, el tomate al eje es un tomate cortado a la mitad. Así como por su eje. ¿Entiendes tu?»

"... cortado a la mitad? Ajá. Una pregunta, ¿ustedes piensan que los que venimos de vacaciones somos pelotudos o lo hacen de hijos de puta nomás?"

La anécdota viene al caso porque se me hace evidente que hoy en día la gastronomía en general elige meter unos nombres recontra sofisticados para un plato que en realidad no es la gran cosa. Otro ejemplo; la otra vuelta en Buenos Aires me metí a un Starbucks. Mal yo, que siempre fui un defensor del bar del gallego de la esquina. La cosa que me picó el bichito, y porque aparte parece que los que andan en esto de la internet en Uruguay son como re trendy y re cool y van a estos lugares. Y pedí una de las opciones, un tal «Mocca Frapuccino Black Poronga de Mono Tibetano» o algo así. Básicamente un cortado frío y con chantilly.

Cómo ya saben quienes son asiduos lectores de La Verdá De La Milanga (Y que además son milangueros de ley porque son amigos de Facebook y nos siguen en el Twitter), quien escribe es, además de atractivo físicamente y millonario, Profesor Girafales Grado 33 del Rito Escocés Antiguo y Aceptado Junior en la Cátedra de Marketing, Publicidad y Culorrotez de la Universidad Politécnica de Calahuachita.

Integrantes de la Cátedra de Marketing, Publicidad y Culorrotez de la UPC aprestándose a disertar en un TEDx

La cosa es que la Cátedra fue contratada por el bar de la esquina, que tal parece le cerraron el cheboli porque le metía engrudo y pelos de rata al relleno de los ravioles y ahora quiere mejorar su imagen para así atraer más y mejores clientes. Como titular responsable de la cátedra, me decidí mejorar la imágen del boliche tan solo con cambiarle los nombres a los platos, para así minimizar costos y maximizar las ganancias y la posibilidad de mandarme un photoshop infame. Este era el menú del Boliche «El Cacho»:

Evidentemente que la labor no iba a ser fácil, más que nada porque el Cacho se niega a cambiar la cantidad de pelos de rata por raviol, ni que hablar de pasar una escoba cada tanto o limpiar el water. Pero en la UPC, tenemos a los mejores profesionales trabajando día y noche y logramos hacer del boliche un lugar de glamour; el Cacho’s Diner and Resto-Pub:

Por supuesto que hoy en día el viejo bar de Cacho está siempre hasta las manos, con personas que trabajan en el mundo de la publicidad y se ha transformado en un referente de la escena gastronómica montevideana. Igual, Cacho sigue siendo un gallego sorete que te sirve vasos con tremendos pegotes en los bordes, lo que vendría a demostrar que importa una mierda si la comida es buena o no, pero si se le mete onda, está la venta asegurada.

¿Yo? A mí dejenme tranquilo con los chori de carrito. Ahí no hay vueltas.

 

Atte.

(el) Mansa

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