Érase una vez un pedazo de chatarra encargado con la minúscula tarea de hacer todo nuestro trabajo, pensar por nosotros y de ser posible, actuar como nosotros cuando nosotros no tenemos ganas de ser nosotros mismos.
Hace más de veinte años que el delirio marketinero de Bill Gates se hizo realidad y tenemos una computadora en cada casa. Y hace más de cinco años que el delirio satanista de Steve Jobs se hizo realidad y ahora tenemos computadoras en lugar de almas. Esto es, desde luego, una exageración amistosa. Todos sabemos que perdimos nuestras almas mucho antes del auge de los producos Mac, cuando mirábamos cualquiera de los programas que el señor Cacho de la Cruz estuvo transmitiendo durante décadas mientras intentaba hacernos comprar productos Pernigotti.
Pero mi punto no es que las computadoras o la televisión son herramientas de las fuerzas de la oscuridad. No. Eso es ridículo y supersticioso, digno de un fanático religioso que todavía escribe usando plumas de ganzo y piel de cordero. MI PUNTO, es que las computadoras son parte de un complot mucho más insidioso y cruel, que busca que no podamos hacer absolutamente nada por nosotros mismos.
¿Qué estoy exagerando? ¿Qué no aclaré quiénes están detrás de este complot? ¿Qué sigo haciendo preguntas retóricas como si realmente pudiese escuchar a los lectores a través del monitor? ¡PAMPLINAS! Sé exactamente de lo que estoy hablando. Ustedes leen esto en sus monitores planitos y no se dan cuenta de que si se rompe su compu en este momento, se quedarían por la mitad. No sería una gran tragedia. A menos que en vez de leer boludeces en la internet estuvieses calculando la probabilidad de un terremoto en Sri Lanka (me moría de ganas de hacerme el interesante con una locación exótica), u otras cosas importantes como haciendo una cirugía láser, trabajar de controlador aéreo, manejar un barco petrolero o desarrollar pornografía virtual de una vez por todas.
Todo lo estamos haciendo por computadoras. Hoy en día, cualquier presentación de proyecto se hace con un Power Point, tecleando y haciendo click con el mouse. En minutos se pueden armar decenas de diapositivas. Pero antes era todo artesanal, las cosas se hacían manualmente. Las presentaciones se hacían jugando al “Dígalo con mímica” y al “Ahorcado”.
Eran épocas de cartulinas, máquinas de escribir, correspondencia en papel y la necesidad justificada de guías telefónicas. Épocas de ocupar una porción ridícula de tu estantería con enciclopedias, que te venían a vender tipos encantadores.
La gente sabía hacer cosas. Predecir el clima, escribir a mano, encontrar direcciones sin el GPS, sacar fotos sin mirar una pantalla y carnear mamuts antes de la primera nevada. Estamos perdiendo perspectiva del montón de cosas que se pueden hacer sin la ayuda de las computadoras. Nos estamos olvidando de que, como especie, solo progresamos ante la dificultad, y no cuando estamos achanchados en el sofá, con la laptop en la zapán, pirateando boludeces.
Nuestros ancestros estarían decepcionados.
A ver, ¿Cuántos de ustedes saben arreglar una puerta rota? ¿Una canilla que gotea? ¿Un enchufe quemado? ¿Cuántos saben cocinar una pascualina o se acuerdan de poner los tildes cuando escriben a mano?…
¿¡Cómo que todos saben!? … ¿Qué? ¿Qué si no saben, tienen un conocido que se rescata? ¿Qué debería levantarme del sillón y hacer cosas por mi cuenta? ¿Qué sigo hablando solo?
…Mierda.
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