Érase una vez una situación que bien podría comenzar similar a un chiste… “Estaban dos alcahuetes del Partido Colorado, un boludo que dice estupideces en Twitter, y un montón de otros boludos calentones (yo incluido) con bidones de keroseno y muchos pero muchos fósforos de sobra…”
Si viven por fuera de Twitter, primero que nada permítanme felicitarlos por dar a entender que hacen algo con su tiempo infinitamente más productivo que yo. Ojalá pudiése aprender de ustedes y no desperdiciar tanto de mi tiempo en eso.
Una vez sacado eso del medio, paso a contarles que este sábado tuvimos un verdadero escandalete de divas en la red social. Uno hubiera esperado que apareciera Jorge Rial para meter cuchara, excepto que ninguno de los principales involucrados tiene las lolas operadas (o por lo menos eso quiero pensar). Eso y que aparte del señor Ope Pasquet, a los demás involucrados realmente no los conoce mucha gente, lo cual sugiero que retengan como un dato importante durante el resto del artículo…
Todo empieza cuando el boludo que dice estupideces en Twitter (así es como se proyecta su personaje) postea en su propia cuenta que el señor Ope Pasquet (Secretario General del Partido Colorado) no debería salir a opinar en contra de un asunto X porque es un coimero sin moral. A nota personal, considero que acusar de coimero a un político de cualquier partido es demasiado rutinario. Debería haber una aplicación automática en la web que bloquee esos comentarios y te exija una acusación más ocurrente, un ejemplo hipotético podría ser…
“El señor Ope Pasquet saborea cual gourmet al olfatear sus propias flatulencias”.
Pero decir este tipo de cosas está mal (y no solo por la perturbadora imagen mental que debió generar mi ejemplo), ya que si no se tienen pruebas, se entra en el escabroso terreno legal de la Difamación e Injuria. En nuestro país, ir en contra del honor o buen nombre de una persona sin poder demostrarlo se considera una ofensa legal grave. Esto no lo digo con sarcasmo, es un asunto serio al punto que se puede hacer tanto la denuncia en un juzgado civil como en un juzgado penal (lo que podría implicar ir a la cárcel, si se dan las condiciones). Por eso, cuando los dos alcahuetes del Partido Colorado empezaron a presionar para que la acusación contra su querido e hipotético huele pedos fuera admitida como falsa, y finalmente se llegó a la amenaza de juicio, la cosa se puso fétida. Esto último si lo dije con sarcasmo.
Lo que siguió a continuación fueron horas y horas de idas y venidas entre twitteros que cinchaban para un lado, para el otro o para ninguna parte. Mucha gente metiendo cuchara, mucho provocador intencional. Los dos alcahuetes colorados envalentonados y el boludo de Twitter se tiraron con todo menos con flores, casi coordinando una cita romántica para entenderse a base de nudillos rotos. Hasta que finalmente, el difamador, que hizo sus comentarios con la misma seriedad con la que opina un hincha de fútbol sobre la masculinidad de sus rivales, terminó por admitir que sus dichos no tenían fundamentos. Victoria para los dos valientes colorados, que civilizadamente entendieron el atropello, saludaron a su interlocutor como verdaderos caballeros y todos se rieron juntos, como al final de un episodio de Alf.
No. Mentira. Los miembros del partido colorado comenzaron a hacer alarde de su patoterismo insufrible tras lograr que se retracte el pibe. Una persona que, ellos mismos no dudan en señalar a quién los escuche, no es famoso o ampliamente conocido por las masas. Está bien sentirse orgulloso de uno mismo al lograr defender algo en lo que se cree, por algo todos tenemos convicciones que preservamos a capa y espada. Está bien defender a un miembro del propio partido político que además está ejerciendo el cargo de Secretario General, ni más ni menos. Pero cuando alguien sale victorioso en una reyerta y después se lo ve refregándose los pectorales con el deleite de un estriper pasado de kilos, uno no puede evitar concluir que en este episodio hubo demasiada vanidad en juego.
Vanidad y quizás algo de sentimiento de inferioridad…
El Partido Colorado es el viejo patriarca político de nuestro país. Hemos tenido alrededor de cuarenta y cinco jefes de gobierno, electos por la gente o electos por si mismos, y unos treinta y cinco de ellos fueron colorados. Nadie puede negar que han llevado las riendas del país durante estos últimos doscientos años y si se los puede señalar por algunos grandes fallos, también hay que reconocerles los grandes aciertos. Sin duda toda esa trayectoria es un gran motivo de orgullo para la gente del Partido Colorado.
Creo que por eso debe ser una herida punzante haber perdido todo el apoyo popular que tenían. Pasaron de ser el peso pesado de la política a quedar en un tercer puesto de poca representación en el gobierno. Como un jefe de familia que envejece, chochea, se malhumora ferozmente y hay que llevarlo con paciencia a su silla mecedora, ponerle la frazada en los hombros y dejarlo que se vaya calmando despacito mientras le mira el culo a la enfermera que lo cuida.
Por eso, y porque con la política la gente se sulfura tanto o más que con el fútbol, se entiende la saña con la que los dos alcahuetes del Partido Colorado hablan del boludo y su tweet “difamador”.
Quizás crean que hoy más que nunca, necesitan responder con fuerza si los atacan. Que hay que ser intransigente si les embarran la cancha y que ya no van a tolerar más acusaciones o burlas a su tradicional e histórico partido. Pero no se dan cuenta que el uso de la agresión siempre es la primera señal de debilidad, porque da a entender que no se pueden hacer respetar sin ella. Censurar a los otros, es reconocerles que sus dichos tienen el poder de generar perjuicio.
Es parecido a perder los estribos porque un mosquito te zumba en la oreja a las tres de la madrugada y entonces hay que salir a reventarlo a chancletazos por toda la casa, demoliendo jarrones, rompiendo cuadros, atropellando plantas… Y tras matarlo, poner una nota en facebook (con el título mal escrito) explicando que el mosquito es un cagón y describiendo la gesta heroica que culminó en justa retribución.
Pero en la nota hay que cuidarse y nunca reconocer que uno también se fue de tono. Luego se debe ir borrando convenientemente a todos los señalan alguna incongruencia. Tampoco hay que olvidarse de soltar el nombre Goebbels así como quien no quiere la cosa, porque el primero en acusar (solapadamente) al otro de ser un Nazi manipulador de la información, siempre queda mejor parado. El mosquito ruidoso sin duda se merece lo peor que la demagogia tiene para ofrecer.
Todo esto no es un verdadero escándalo de farándula… aunque se haya desarrollando con el mismo nivel intelectual. Es una broma, como empecé describiendo al principio, entre tres tipos que no suman tres mil seguidores de Twitter combinando sus cuentas. Uno de los cuales es abogado pero se olvida que agarrarse a las piñas en la calle es tan ilegal como difamar, otro tiene un apellido de trayectoria pero actúa como un niño de escuela pendenciero, y el tercero, un boludo más del Twitter, igual que vos o que yo. Que por decir una gronchada sin poder probarla, el miércoles va a tener que ir a explicarle todo a un juez… el cual dudo que pueda encontrarle la gracia a algo de todo esto.
El TaTa escribe los Lunes de Ktarsis y no se retracta porque ya no lo quieren ver más en los juzgados . Podés seguirlo vía Twitter o en Facebook, a tu propio riesgo.
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