Haciendo el camino al andar en esta vida, uno empieza a percatarse de que hay ciertas cosas que no andan del todo bien. Y no, no hablo de la programación del canal 5 o la selección uruguaya de fútbol; sino de esas cosas que carecen de sentido.
Taras en el sistema operativo de la cabecita humana, un cortocircuito o una sinapsis que agarró pa’l lado equivocado. He aquí algunos ejemplos de estos comportamientos:
EL ENIGMA DEL APRENDIZAJE VULGAR
Cuando era chico, mis viejos me recomendaban encarecidamente que no utilizara lenguaje soez y chabacano. Es decir, que demostrara con mis palabras de nene de ocho años que no me habían criado en la tribuna de Omar Gutiérrez. Ahora bien, todo este condicionamiento se iba a la reverenda mierda (quizá es demasiado tarde para avisar que este artículo contiene lenguaje «adulto» y que los padres deberían tener cuidado con sus niños. Bah, ni se quemen, igual sus hijos saben mas formas de llamar al pene que las que ustedes van a saber nunca) una vez que el niño es expulsado de su burbuja y sale a la calle.¿Por qué se empeñan nuestros progenitores en inculcarnos un lenguaje correcto si a la primera de cambio que estemos en un auto vamos a sentir un: «este tachero de mierda y la reconcha de su madre»? ¿Por qué insisten en que evitemos las malas palabras si al ir a cualquier recinto deportivo sentimos un «juez ladronazo, pedazo de puto!»?
Ahí está. Los padres de este niño le decían que no era de buena educación insultar. Y mirá como terminó, hecho un pequeño hooligan…
Es algo que realmente no me puedo explicar. Cuanto tiempo perdemos en esta «culturización» que se pierde el instante que un niño pasa cerca de una obra y siente que le vociferan a su madre «mi amor, cagame en el ojo y decime piratita de mierda!»
LA INEXPLICABLE ATRACCIÓN DE LAS CÁMARAS
¿Qué tienen las cámaras que hacen nacer en nosotros al peor idiota? Por ejemplo, cuando una cámara de televisión está filmando algo, y por detrás del notero pasan dos pibes que entran a hacer macacadas, saludos, señales de «opa vieja! mirá, salgo en la tele» y esas cosas.
Creo que el de camisa blanca se acaba de tirar un pedo. Y el de camisa roja decapitó a un niño y puso la cabeza en su entrepierna… ¡el horror!
Lo mismo con las fotos, es aparecer la camarita y por lo menos uno va a hacer lo imposible por quedar como un pelotudo en la foto, o va a hacer la pose más anti natural posible. ¿Es esto falta de atención en nuestros hogares? ¿Es el actor que todos tenemos dentro que aflora a la superficie? ¿Es que somos realmente pelotudos?
«Ahora, cuando cuente hasta tres todos van a abrir los brazos y poner caras de sarlangos. Inclusive vos, pibe de camisa verde que está demasiado grande para andar boludeando con niños y debería conseguirse un trabajo de verdad.»
Sin embargo, si hay una actitud para con las fotos que me fascina, es la del colado. ¿Qué posible satisfacción puede tener una persona en salir en una foto con totales desconocidos y arruinarles la foto a estos?
Siempre igual: medio de cotelete, por lo general un hombre, arruinando un momento especial, y por la cara de la rubia, seguramente le está tocando el orto.
MISTERIOS DE LA BOCINA
Hemos de reconocer, que el invento de la bocina ha sido la panacea que todo frustrado de la vida siempre deseó. Es mágico, pararse en un semáforo, notar que se nos para un taxi atrás y que 0,05 segundos luego de que la luz cambió a verde el amable obrero del volante está dándole a la bocina como si de cuello de su mujer se tratara. A ver… tachero nabo! ¿No ves que acaba de cambiar? ¿No ves que tengo un moco rebelde y que hasta que no salga de mi narina no voy a arrancar?
Algo similar ocurre en «embotellamientos». Siempre va a haber indefectiblemente un vejiga que entre a darle a la bocina como un poseso con la inevitable esperanza que el ruido infernal haga que el bloqueo desaparezca mágicamente. ¿Qué nos mueve a tocar bocina? ¿La desesperación? ¿El aburrimiento? ¿El disimular un pedo para que el acompañante no se entere?
¡Te dije que no me tocaras bocina! ¿No veías el señalero? Ahora por vivo te rompo el parabrisas… ¡gil!
EL FENÓMENO DE LA AYUDA VISUAL
Cuando ocurre algún accidente, todo el mundo en la cercanía va querer arrimarse a ver, probablemente porque todos somos unos morbosos hijos de puta que queremos hacernos los que nos interesa en lo mas mínimo lo que le pasó al pobre delivery que agarró contramano, sin casco y sin luces y se lo llevó puesto un leyland. Una vez ocurre el siniestro, todos forman un círculo alrededor de la desfalleciente víctima y aquí ocurre un fenómeno extraño… nadie hace nada, todos se miran, miran al pobre tipo, se miran de nuevo. Se rascan la cabeza, se miran los pies, hacen como que llaman por celular y se las toman…
Pero ahí aparece el héroe. Si, el mismo que dice «a ver gente, háganle espacio al muchacho pa’ que tome aire». Bárbaro, parece que con un poco de aire el tipo que se dió el porrazo de su vida va a mejorarse. Ahí alguien (por lo general el mismo «héroe» anterior) se dirige al accidentado y le dice «Flaco… ¿tas bien?». La víctima medio que tartamudea algo y el héroe, dice «Pa! este flaco está jodido, hay que llamar a una ambulancia».
El pinta hecho guasca en el suelo, una mina arrodillada queriendo figurar, otro pibe haciéndose el que ayuda pero en realidad está esperando que venga alguien con autoridad pa’ tomárselas, una como que habla por celular… y otro le quiere afanar la moto. ¡Que gran ayuda!
Acto seguido, volvemos a la situación inicial, todos se miran, se meten las manos en los bolsillos; hacen que los llaman de otro lado. En definitiva nadie se arriesga a jugarse 0,70 en la tarjeta del celular y optan por hacer la pregunta «¿Hay algún médico?». Es decir, ¿tan inoperantes somos? ¿Por qué nos detenemos todos a mirar la desgracia ajena? ¿Nos paramos todos a ver como sufre alguien solo para contar al otro día en el laburo «Fuá, no sabes, tuve que ayudar a un pobre flaco que se hizo mierda»?
Este pantallazo nos muestra la cruda realidad: No hay ningun «ser» superior y perfecto que nos haya creado a imágen y semejanza, no somos más que una sopa de aminoácidos que se mezclaron mal y dieron lugar a una bolsa de tejidos que no saben funcionar bien ni cuando están frente a una cámara, ni educando a la progenia, ni manejando un vehículo ni para ayudar a alguien. Pero bueno, tenemos todas estas tecnologías nuevas como la interné, los celulares y las licuadoras con tres velocidades diferentes, que de manera perfecta solventan nuestras carencias.
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