Escrito por Ignacio Alcuri
Es frustrante pararse un rato en la puerta de mi casa y comprobar la cantidad de automovilistas que ignoran el cartel de «contramano» en el pasaje que une José Luis Zorrilla de San MartÃn con Francisco GarcÃa Cortinas.
Hace muchos años, Zorrilla era la continuación de José Ellauri. Desconozco por qué Ellauri no continuaba por Ramón Fernández, algo lógico considerando que son dos segmentos de la misma recta. Pero bueno, algún pope de vialidad consideró que Ellauri debÃa morir en la rambla, y no en Bulevar Artigas. FIGURA 1
Un dÃa le cambiaron el nombre, desde GarcÃa Cortinas hasta el mar, seguramente para quedar bien con China Zorrilla, que ya era vieja. El museo de su papito quedaba ahora sobre una calle con su mismo nombre. De esto hace más de 20 años, aunque muchas chapas de numeración siguen recordando a Ellauri.
Muchos ómnibus salÃan y llegaban a la terminal de Punta Carretas por Zorrilla. Los vidrios del living de casa temblaban a menudo. En la esquina habÃa una parada, que yo utilicé muy poquitas veces, porque me daba vergüenza usufructuar el viaje gratuito sólo por cinco o seis cuadras, además de necesitar el humillante cartelito de «escolar».
La llegada del shopping modificó todo el barrio. Yo nacà a media cuadra de una cárcel. Téngalo en cuenta cuando hablen mal de los habitantes de Punta Carretas. De chico hubo un tiroteo, y en casa estaban todos cagados. Yo vivà mi infancia con miedo. Ahora tengo miedo de nuevo, pero otro dÃa les cuento de los infanto juveniles y su relación simbiótica con la parada de taxis.
En fin, con la llegada del centro comercial, flecharon Zorrilla hacia el norte e instalaron un semáforo con tres luces diferentes. El orden de los acontecimientos puede cambiar, mi memoria está siendo afectada por la coca-cola con menos efervescencia que nos están vendiendo en los supermercados (no crean que no me di cuenta). También flecharon ambos GarcÃas (Francisco y Solano), para arriba y para abajo, respectivamente. FIGURA 2
Pero el semáforo de tres tiempos no alcanzaba para desagotar a la multitud que salÃa del estacionamiento. No es que huyeran despavoridos, al mismo tiempo otra multitud entraba al estacionamiento por Solano GarcÃa, formando un verdadero uroboros de capitalismo salvaje.
Por eso decidieron eliminar a Zorrilla de la ecuación semaforil. Le devolvieron la doble vÃa, pero si uno venÃa desde la rambla se encuentra con una calle cerrada. Por el contrario, los automovilistas que suben por GarcÃa Cortinas pueden acceder a Zorrilla a través de un pasadizo con lomo de burro. FIGURA 3
Todo serÃa normal si la gente obedeciera las nórmas de tránsito, pero lo cierto es que quienes vienen por Zorrilla se meten a contramano en el pasadizo, en lugar de dar la vuelta, que es lo que les corresponderÃa hacer. FIGURA 4
De esta manera generan innumerables problemas de tránsito. Muchas veces se dan de frente (de manera figurada) con los automovilistas que vienen desde GarcÃa Cortinas, en buena ley. Y que al saberse dueños de la razón, frenan sus autos y obligan a los iracundos infractores a dar marcha atrás. Pero ni bien pasan los correctos, los chanchulleros se tiran como diciendo «agua va».
Esto genera el segundo inconveniente, ya que -como se mencionó- son muchos los automóviles que salen del shopping. Asà que la suma de estos nuevos vehÃculos (que muchas veces quieren tomar Ellauri hacia la derecha, los hijos de puta) sólo complica las cosas en esa esquina del infierno.
Seguramente ustedes se pregunten: ¿y los inspectores de tránsito? FIGURA 5
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Pues bien, en los más de diez años que lleva instalado el cartel de contramano, y su promedio de un automóvil por minuto que comete tal infracción durante el dÃa, jamás vi que multaran a una sola persona.
Sabido es el afán recaudador de una gran parte del plantel porcino de la Intendencia, por lo que un lector amante de las teorÃas conspirativas podrÃa deducir que hay algo más allá de la decidia. ¿Un arreglo con las autoridades del shopping? ¿Con los simbiontes de la parada de taxis?
El tiempo pasa, las peleas se suceden en el lomo de burro y los citados suinos desaprovechan la oportunidad para ver «de qué otra manera lo podemos arreglar». Mientras tanto, un pobre diablo se para en la vereda de su casa y comprueba cómo cada 60 segundos alguien se baja los pantalones y defeca sobre las leyes de tránsito.
Y yo no les voy a ayudar a limpiarse el culo.