Convencido de que la mezcla Tim Burton + Johnny Depp no podía fallar, y recordando con alegría haber leído el libro en el cual está basada la película, me dispue a ver este re-make de una obra maestra que prometía ser muy cósmica y freaky (después de todo a los freakys les gustan las cosas extrañas como los chupetines de plástico violetas, Bob esponja, y las películas Burtianas que generalmente tienen su forma de mostrar algo ñoño de forma obscura y bizarra.)
Lo que jamás me hubiera imaginado, es que al amigo Tim se le fue un poco la mano con el doble sentido de las imágenes que mostraría en su película clasificada como «infantil» (lo cual causaría aquí y en varias otras partes del mundo, que se transmitiera doblada al español venezolano, que aparentemente es el que más se adapta por tener un cacho de todos los españoles latinos…, pero eso, aunque me molesta muchísimo, es otra historia.)
Vamos a los hechos: Luego de saltar sobre una horda estampidante de señoras mayores con sus respectivos hijos o nietos, tuve la suerte, al conseguir un lugar en la sala de Moviecenter, de haberme sentado al lado de una niña de no más de 5 o 6 años, (en un principio pensé lo mismo que hacemos todos en estas circunstancias: «cuando bajen las luces, saco el cloroformo de la mochila y la hago palmar por 2 horas») pero luego me daría cuenta que esto me dejaría explorar de cerca los efectos de ésta película sobre los niños.
(warning: a continuación gran spoiler excesivamente largo sin ningún motivo aparente)
Comenzaba el filme y estaba todo lindo, una excelente animación como introducción muestra como se envuelven las barras de chocolate con máquinas extrañas, dignas de Burton, y como luego de todo un proceso, salen las cajas de este producto en camiones hacia la sombría ciudad cubierta de nieve.
En eso se nos introduce al niño protagonista de la película, Carlitos Balde (PÉSIMO actor si me preguntan, pero no me preguntaron, así que púdranse), para resumirlo, es un muerto de hambre, en el buen sentido de la palabra, que vive en la única casa cantegrilezca de la ciudad, con sus padres: una vividora que sólo sirve para cortar repollo, y un «enrroscador» de tapitas de pasta de dientes; y también están sus 4 abuelos que hace 15 años que no se levantan de una misma cama. Uno no deja de imaginarse el hermoso olor a sopa de repollo + heces de anciano que debía haber por toda la casa, pero bueno, quién sabe, tal vez les permitía soportar más el frío…10 puntos a la escenografía por cierto.
Descubrimos que el abuelo buena onda de Charlie, Grandpa Joe, trabajaba en la planta de chocolates de Wonka desde los inicios, cuando solamente era una tiendita podrida en una esquina (aquí tenemos el primer vistazo borroso al amigo Willy Wonka, quién muestra una voz tan gay que da miedo, por lo menos el venezolano que lo tradujo; y le pone un huevo en la boca al abuelo… de chocolate el huevito…). Resumido, Wonka vendió como negro, se expandió, creó una fabrica PELOTUDISIMA y todo marchaba viento en popa… hasta que agentes carameleros infiltrados empezaron a robar recetas, bajando las ventas y la tasa de beneficio del amigo Wonky (nótese la competencia capitalista sin piedad a la cual los pequeños yankeecitos son expuestos) y un buen día, Willy hizo la gran «mano en la lata», cerró la fabrica, desapareció, y dejó a miles de ciudadanos sin la única fuente de trabajo.
Lo extraño es que sin importarles esto, todo el pueblo sentía intriga y respeto por el misterioso hombre de sombrero potencialmente homosexual. Luego de mostrar las peculiaridades de cada personaje, descubrimos que la fábrica había comenzado a trabajar nuevamente hacía un tiempo, claro que nadie nunca salía o entraba de la fábrica, lo cual nos lleva a concluir que Wonka era un ser que no sentía respeto por el adulto mayor desocupado, es más, para conseguir mano de obra, intercambiaba trabajo por comida, como descubriremos más adelante, la máxima forma de explotación del trabajador.
De la nada, Wonka informa a los ciudadanos, pegando carteles por toda la ciudad, de un concurso en el cual se le daría la chance a 5 niños y sus respectivos padres de conocer la fábrica y uno de ellos obtendría un premio maravilloso. Para esto los niños tendrían que encontrar 5 tickets dorados que podían estar en cualquiera de las miles de millones de barras de chocolate que el boost económico-expansivo de Wonka experimentaría a causa de este concurso (hmmm, coincidencia? estamos fundidos… a ver… despido a todos los viejos podridos con la excusa que me «roban las recetas»… conseguir mano de obra ridículamente barata… vender como puto a causa del concurso… dar la impresión de ser buena gente aparentando ser un gay empedernido que le gustan las golosinas… Willy, sos un genio capitalista malévolo, Mr. Burns estaría orgulloso de vos.)
Comienzan a aparecer los ganadores del concurso al rededor del mundo. El primero (como bien lo predice el abuelo de Charlie): Un gordo asqueroso todo manchado de chocolate, con padres carniceros, que tiene pinta que se va a morir en 3 años a causa de un triple infarto con 17 bypasses (parece de plástico el gordo, excelente trabajo de maquillaje).
Luego seguirían: una niña insoportablemente malcriada que obligó al padre a poner a 700 negras a desenvolver barras de chocolate hasta que apareciera algún ticket (recordé a la ñoña sentada al lado mío y la miré: se reía la perra…); Otro chico traumadísimo con la TV y los videojuegos con cara de Frankie Muniz pasado por Hiroshima, y otra niña traumada con el chicle, con miles de trofeos y con una madre que parece salida de Mars Attacks (nótese la genialidad de la historia en cuanto a que cada personaje vive en su pequeño mundo fisuradamente enfermo.)
Luego de rumores falsos de que el ticket final había aparecido en Rusia, que resultó ser una falsificación (epa! comunistas «malos y mentirosos») vemos como Charlie intenta inútilmente encontrar un ticket abriendo su regalo de cumpleaños: una barra de chocolate… Al día siguiente el abuelo le da 25 centavos para que se compre otra… tampoco hubo suerte. Finalmente al otro día, Charlie encuentra un billete de $10 tirado en la calle y sale corriendo al kiosko más cercano a comprar una barra de chocolate Wonka (nota: el kiosko le pertenecía a un negro). Se compra una…¿Pero cómo?… ¿Las barras no salían 25 centavos? Ay, negro cagador… que perra que sos, te aprovechás de Carlitos Balde porque es pobre y no sabe contar…En fin, al abrir la barra -más cara de su vida- encuentra… el último ticket dorado! woohoo!
Sale corriendo como forro hasta su casa a toda velocidad, agitando los brazos y piernas, rompe la puerta de una patada, se tira a la cama de los abuelos, le rompe 2 costillas a uno:
«mirá viejo !! el tíque, boló !!»
Euforia.
El viejo detona, salta de la cama, vuelan heces de anciano, entra a bailar, una de las viejas piensa que hay un ataque terrorista, sopa de repollo, todos felices.
El padre de Charlie ya se quería meter de garrón: «Opa, bien hijo ! me voy contigo a la fabrica !»
Pero el abuelo Joe le corta el mambo con algo así como: «La poronga, Jimmy»
Carlitos decide que quiere que su abuelo, (que cuando se ríe se nota que su ADN fue mezclado con el de una tortuga) lo acompañe a la fabrica, y así, se presentan los 5 ganadores a las puertas del monstruoso edificio. Se abren las puertas tenebrosas… una voz por un parlante les dice que avancen por el patio sombrío y lleno de nieve… llegan a la puerta metálica… se abre: …changos! un despliegue de color y marionetas, y comienza la canción que todos escuchamos en el trailer:
«Willy Wonka, Willy Wonka…» (hasta ahí bien) «… el mejor chocolatero!» ARjGH ! Le pega a uno en el alma, venezolanos de $%&*!
De repente explota todo a la mierda ( ?? ) se prenden fuego las marionetas, se derriten y se les salen los ojos produciendo un sonido al mejor estilo «hígado reptante»…
Asombrado ante este inesperado evento -que sería solo el primero- miré a la niña sentada a mi lado: noté su cara seria y sus ojos excesivamente abiertos en señal de asombro como diciendo «que carajo pasó ahí?! «.
En todo eso, y en medio de los igualmente asombrados personajes, aparece aplaudiendo un extraño ente, y me pega en el oído la misma voz homosexual de antes: era Willy. En esta ocasión podemos verlo en todo su esplendor: Michael Jackson, con galera, bastón, lentes de sol gigantes y saco rojo. Así de simple.
Jamás hubiera pensado lo EXTRAÑO que podría llegar a ser interpretado este personaje, tanto por Depp, en cuanto a la actuación, como por Burton en términos de dirección, pero de alguna forma me resultaba hilarante (no sucedía lo mismo con la niña sentada al lado mío que seguía shockeada por la muerte dolorosa y gráfica de las marionetas ahora carbonizadas.)
El amigo Wonky los invita a pasar a todos, y una vez adentro les dice que tiren sus abrigos a la mierda; todos comienzan a desvestirse (a esta altura no sabía que esperar, pero por suerte quedó en eso…). Los niños ganadores más «caretas» se presentan a si mismos ante Willy, hablando rápido y diciendo que ellos debían ganar el premio, dando razones para ello. Wonka les responde asqueado y de forma graciosa, con cosas como «Me chupa un huevo!, permiso!»
Comenzando el recorrido de la fábrica, entramos al primer cuarto: la cascada mezcladora de chocolate. Vemos un paisaje que emula una especie de bosque con un río de chocolate con una cascada (daa…) que mezcla el chocolate, Wonka dice que ese es el secreto para que su chocolate sea tan suave y rico (mala idea, Willy). En eso Wonky les informa a los personajes que TODO es comestible, incluyéndose a si mismo; Dejando de lado los malos pensamientos, continuamos: Todos entran en un modo bersérkico y comienzan a morfar lo primero que ven. Claro que el gordo de plástico no se pudo contener y en su desesperación se cae el río de chocolate; lo único que no podía tener contacto humano, porque evidentemente no encara comerse un chocolate si hubo un gordo baboso nadando en él previamente, probablemente con una erección por ver tanta comida junta.
Es aquí donde somos expuestos por primera vez a los trabajadores de la fábrica, los Oompa Loompas, pequeños seres (¿o debo decir pequeño ser? ya que agarraron a un enano hispano, negro y viejo, y lo clonaron por computadora) que tal como lo cuenta Wonka, trabajan *por comida!* luego de que se los trajera de una de sus expediciones.
Hay un corte en la película y mientras Willy habla, se nos muestran imágenes de éste viaje: vemos un lado sádico de Wonka, atravesando una selva, partiendo al medio a un mosquito gigante y probando su sangre violeta !
Dios! que necesidad !… Miré a mi lado para encontrar nuevamente una cara de sorpresa, miedo y asco en la pequeña niña; mientras Wonky saboreaba tripas de mosquito.
Ya estaba convencido que ésta película no resultaría nada bueno para su frágil estado psicológico, que simplemente esperaba encontrarse con una película de niños, con amor, diversión y caramelos.
Continuando el relato del viaje, Wonka encuentra al pueblo Oompa Loompa hecho mierda, viviendo en ramas, morfando orugas (si, Wonka también saborea tripas de oruga), así que se avivó y dijo «Esta es la mía», metió a los Oompa Loompas en un container, al mejor estilo asiático, y los puso a trabajar (repito: POR COMIDA! Dios!) en su fábrica, donde no solo se verían forzados a hacer chocolate, hacer investigaciones, hacer funcionar cada puta máquina de la sideralmente colosal fábrica, sino que también deberían ponerse trajes Wonkenios, y hacer el saludo «Heil Willy!»; sin mencionar remar en un barco por el río de chocolate, y menear sus ingles al ritmo de canciones que hablaban sobre los niños a lo largo del fílme… «Inocente película infantil» pensé yo.
Volviendo al gordo boludo que se ahogaba, aparece un tubo gigante que succiona chocolate, y el niño obeso queda trancado, ahogándose en el chocolate, mientras los pequeños seres agitaban de forma provocativa sus pelvis entonando una canción sobre por qué está mal ser glotón.
Luego de llevarse al gordo, y también a su madre, (indicando que la inocente competencia por el «premio misterioso» sería una eliminación simple que llevaría a los competidores cerca de su muerte) los Oompa Loompas proceden a ubicarse en el barco que navega por el río de chocolate para llevar a su Führer y a sus acompañantes por los distintos cuartos de la fábrica.
Comienza la navegación y se le muestran al espectador los distintos cuartos por los que el barco va pasando: El cuarto de crema de maní, el cuarto de crema de café, el cuarto de la vaca latigueada, el cuarto de crem….pará, ¿vaca latigueada!?; Si señores, uno de los cuartos, el de «crema batida», contenía una inocente vaca colgada, gimiendo agonizantemente mientras es vilmente azotada con látigos por 14 Oompa Loompas y Willy Wonka ríe malévolamente.
Por más que yo me cagaba de risa por dentro, la niña a mi lado estaba apunto de largar el llanto, «Papi, ¿por qué le pegan a la vaquita?». Pobre niña, no se imaginaba el maltrato animal que estaría por venir…
Siguiendo con el Tour por el maravilloso mundo fascista de esclavitud enana, Wonka dirige a los personajes hacia el llamado «cuarto de inventos». Ahí les muestra su última invención: una bola de caramelo petrificado que dura por meses si lo chupabas. Una de las niñas le dice que lo quiere masticar, y Wonka le explica a la niña, que ese era un caramelo para gente pobre, porque la gente pobre no tiene… dientes. (Acercamiento chistoso a la cara del abuelo con cara de tortuga.)
En la siguiente secuencia, bastante sádica también (al parecer la eliminación de cada niño sería morbosa) la niña-chicle prueba uno de los chicles «beta» que tenía Wonka en testéo, y se empieza a poner azul y a inflarse. Nuevamente mientras la pobre niña grita en pánico, inflándose y volviéndose una pelota gigante azul, los pequeños seres aparecen, se ve un poco de agitación púbica, se escucha una canción cursi, hacen el «Heil Willy!» y se la llevan a la niña hecha pelota y a su madre, para que luego los demás siguieran el recorrido.
Un nuevo cuarto de la fábrica del amigo Willy, revelaría el climax del doble sentido y los potenciales mensajes subliminales de esta película. El Cuarto de las Nueces. Al entrar los personajes que quedaban, se nos muestra un cuarto enorme con cientos de ardillas sentadas en butacas y pelando nueces con sus manos y dientes de la forma más zángana posible.
Analicemos los hechos: a Wonky no le alcanzaba con dejar debajo de la línea de pobreza a miles de adultos mayores, y esclavizar a un pueblo de seres pequeños bajo un dominio autoritario, haciéndoles laburar en tareas poco ortodoxas como castigar físicamente a animales (todo para elevar sus ventas y disminuir el precio de su mano de obra), sino que también pretendía incluir en su dominio de terror y golosinas a cientos de inocentes roedores. La pequeña niña sentada a mi lado hacía rato que había dejado de reírse…
Volviendo a la trama, y como era de esperarse, uno de los niños fallecería en este cuarto, haciendo algo estúpido y arrogante. Le tocaría a la niña malcriada, Verucca Sal, que quería llevarse a su casa una de las ardillas a toda costa.
-«Viejo, compráme una ardilla»
-«Minga!»
-«Entonces… me afano una!»
Y así la mocosa se escabulle hacia el área de los roedores, pero al acercarse a una de ellas, la música y las cámaras cambian al modo «When Squirrels Attack», mostrando un brutal asalto de los cientos de chillonas ardillas hacia la niña, cuyos gritos pronto se ven atenuados mientras se hunde en la avalancha de sus pequeñas pero iracundas atacantes. Vemos una vez más entrar a un montón de Oompa Loompas con intenciones de menear sus caderas, lo que significaba que comenzaría una canción con alguna moraleja mientras la niña sufre alguna experiencia cercana a la muerte. Efectivamente, las ardillas comienzan a arrastrar a la niña y la tiran a un incinerador (afortunadamente estaría fuera de servicio, pero la expresión facial de la niña a mi lado demostraba que ya comenzaba a saturarse de experiencias grotescas tan gráficas.)
Para continuar el tour, el amigo Wonka nos introduce uno de los inventos más interesantes de su fábrica: El elevador de cristal, que poseía la extraña característica de moverse tanto vertical como horizontalmente; procedemos a una secuencia de recorrido elevadorezco irrelevante por la fábrica.
Bueno, llegando ya casi al final del recorrido y únicamente con Carlitos Balde y el chico traumado con la tele como concursantes, procedemos al cuarto final, donde ya todo resultaba rutinario.
Willy muestra un invento, El niño comete un acto de estupidez arrogante, El niño experimenta un evento traumático casi mortal, Vibración pélvica, Canción cursi, Heil Willy, Próximo cuarto…
Viendo que Charlie era el único chico viv… digo, concursante «activo», Wonka procede a invitarlo a su elevador para mostrarle algo (crece la expectativa del público gracias al cambio de eventos que a lo mejor significaría no más escenas de sufrimiento sádico.) Resumido, se suben al elevador, salen disparados al carajo por el techo de la fábrica, y aterrizan convenientemente en el medio del techo de la casa tambaleante de Charlie, creando un gran agujero, que alimentaría mi diversión enferma mientras yo reía para mis adentros, sobre todo para más adelante ver que es la familia de Carlitos la que tiene que laburar para arreglar el buraco del techo.
(Voy a robar un poco de estilo «Rod» para la siguiente interpretación de hechos)
-«Vénte pa´ mi fábrica chico!»
-«Puedo llevar al hombre tortuga?»
-«…Ni ahí viejo»
-«Entonces púdrete!»
(nota del editor: Nadie puede resistirse a mi estilo.. muajaja… .perdón.. seguimos con la crítica)
Willy Wonka se vuelve a su fábrica, sin poder entender como el niño prefería a un viejo con ADN de tortuga, olor a repollo y heces, y a una casa con un buraco en el techo en vez de una gran fábrica de chocolate regulada por un régimen totalitario de violación de los derechos animales. Luego de una serie de diálogos y escenas clichés de «la familia es amor» y zanganeadas como esas que prefiero eludir (y considerando que me parece increíble que hayan leído hasta acá), llegamos al final de la película, donde el amigo Wonky encuentra la solución al trasladar la casa entera para adentro de su fábrica, con nieve artificial las 24 horas, operadas por: adivinaron… un Oompa Loompa. Y la escena final, muestra como todos cenan felices adentro de la choza.
Recuento final de eventos que la gente pasa de largo y sin embargo son ridículamente extraños: Wonka es un gran Führer de gente pequeña, opresor de un pueblo que lo adora, abusador de trabajo animal y oompa-loompeño, (no lo busca la policía por evasión de impuestos ni activistas de greenpeace), agujereador de techos de familias pobres, y encima, les cae a comer de arriba. Willy es el paradigma de ser corrupto y ganador que todos llevamos dentro. Ídolo total.
Conclusión Final seria; Charlie & the Chocolate Factory (2005), a los ojos de una persona que realmente pueda admirar y disfrutar una película Burtiana, es una excelente recomendación, y una prueba de que este increíble director sigue encarando, y mucho. Y para los niños, un gran trauma que los seguirá hasta la adolescencia, donde lo más probable, se subirán al Palacio Salvo desnudos con alguna chumbera a darle a la gente.