LA TRISTE, TRISTE HISTORIA DE UN CHICO QUE QUERÍA UN CONTADOR
PARTE 3: PESADILLA EN LA CALLE ROXLO 1275_____________________(leer parte anterior)
por Anatisog
Un lunes de enero. Hay montones de cosas para hacer en la mañana de un lunes de enero, como dormir y… bueno, no hay mucha cosa para hacer un lunes de enero. Bah, dicen que es el mejor momento para hacer trámites públicos.
De vuelta en la OSE, estaba munido de toda la documentación posible. Esperaba encontrar la situación mas calmada en la OSE, pero nada había cambiado desde el viernes; como si hubieran cerrado el edificio cuando me fui y lo abrieron exactamente igual. Ahí seguía el pelado en el mostrador, con la misma camisa. Pelado mugriento. Braulio seguía en la misma posición, y (si eso es posible en un guardia de seguridad) parecía feliz al verme. Pero no la felicidad que le genera a uno ver que sacó la ‘miti' que le faltaba para conseguir un gorro en un alfajor. Era mas bien la felicidad que debían sentir los inquisidores cuando vieron caer a Copérnico o a Galileo a sus ‘juzgados'.
Le tiré un “Bueno, ¿como va?”, pero no tenía interés en responderme. Me acerqué al mostrador (ver la parte 1, ahí hay un planito que me llevó 10 minutos, lo que más o menos explica porque me pasó todo esto en la OSE) y pedí un número:
- Buenas, tengo que arreglar un tema de una deuda pendiente en una unidad contatorial, en un padrón de esta zona urbana. –
- ¿Lo qué? – preguntó el pelado
- Ehhh… soy un moroso. –
- Ah. – De nuevo, la cara de asco asomó en su cara. La cual es muy grande, ya que no tenía frente, porque; bueno, es pelado. Me dio un número y me dijo:
- Las oficinas de piojos… morosos son al fondo del corredor, bajando la escalera, pasando por el corredor con los caños goteando, saltando los vidrios rotos. –
Me senté a esperar. Me pegué el embole de mi vida. Bueno, no, me imaginaba los motes que le ponían a Artigas cuando caía con ese grandioso naso al liceo; con razón se hizo padre de la patria, ese golpe a la autoestima no es para cualquiera. Mi número por fin apareció en la pantalla, y fui hasta el sector de morosos.
En el camino pasé por las oficinas administrativas. En estas hay como 8 cubículos por habitación. Todas dan al pasillo y los empleados pueden ver pasar a los pobres infelices que van a hacer un trámite. Pero no es que ellos estén en impecables condiciones. Aparte del hacinamiento, el suelo de las oficinas se veía plagado de yerba mate de quien sabe cuantos días; puchos a medio fumar; pañuelos descartables, y hasta un condón usado. Pero lo que mas destacaba era un gran poster en la pared…

¡Y que ni se te ocurra un crimental!
Que vigilaba a todos los empleados. Me pareció ver a una chica llorando mientras era sacada de la oficina por dos personas muy parecidas a Braulio.
Finalmente llegué hasta la sección de morosos. Había unos cuantos escritorios, pero solo uno libre. Me acerqué, pedí permiso a la señora del otro lado del escritorio y me senté. Noté que en el escritorio de al lado, una rubia (muy bonita ella) me miraba con cara de asco. Bueno, a esta altura de mi vida ya tengo asumido que no soy un Adonis; pero la última vez que ví tal cara de repulsión fue cuando en un boliche tomé demasiado barniz, me metí al baño de mujeres y… bueno, imagínense el resto.
- ¿Qué quiere? – Me dijo la señora del otro lado del escritorio, “Ofelia Amoroso” se llamaba.
- Bueno, lo que pasa es que quiero instalar un contador pero parece que la unidad tiene una deuda pendiente y vengo a ver como se puede solucionar. –
- Pagando. – Me ladró.
- Si, ya sé, obviamente, pero… -
- Ningún pero. Si quiere buscar un “favorcito” le aviso que no tiene suerte señor. ¿Cómo va a pagar? –
- Ehhh… lo que pasa es que adquirí el inmueble hace poco, y la deuda no es mía, lo que quiero es ver como se puede poner el contador y arreglar lo de la deuda más adelante. –
- A vé. ¿Cómo se llama esta oficina? –
“Decirle oficina a esto es como llamar ‘Club de lectura' a la barra brava de Waston” pensé.
- Oficina de morosos. –
- Correto. ¿Yo tengo pinta de dar contadores? –
“Tenés pinta de vieja brisca”
- No señora, pero… -
- Señorita. Yo a usté no lo trato de mocoso llenahuevos. Tráteme con respeto. –
- Perdón, señorita. Como le decía… -
- A vé si le queda claro señor. Si usté quiere un contador, lo pide en “Servicios nuevos”. Yo no estoy para perder el tiempo, ¿me entendió? –
- Si, bueno, lo que pasa es que en nuevos servicios me dijeron que no me atendían más; que tenía que seguir todo el trámite en la sección de morosos. –
- Como siempre. Lo' de arriba siempre haciéndono' perder el tiempo. Bueno, la cosa es fácil señor. Usté paga y se lleva el contador. Usté no paga y no se lleva el contador, ¿fui clara? –
- Es que no entiende señora… señorita… – me corregí rapidamente cuando vi la mueca de furia en la cara de Ofelia - … la deuda no es mía, pero me está trancando todo el trámite. –
- No, no; a mi me parece que el que no entiende es usté. O paga o se va. ¿Cómo va a pagar? –
- No voy a pagar. –
- Entonce usté le está haciendo perder el tiempo a una trabajadora, que tiene que venir todos los días desde Flor de Maroñas a las cuatro de la mañana y volver a las once de la noche (“Que raro” pensé “la oficina cierra a las cuatro… seguramente se queda jugando a la escoba de 15 y cobrando horas extra”). Mire, mi hija tiene cuatro hijos y les tiene que dar de comer y sin embargo paga las deudas, si usté quiere hacer la “facilonga” le va a ir mal. No me haga perder el tiempo. –
- No, si yo no te voy a hacer perder el tiempo. Esto es bien sencillo. – Me paré y tomé una engrampadota del escritorio. Tenía el nombre “Ofelia”. - ¿Ve esta engrampadora? –
No le dí tiempo a reaccionar. En un veloz y sutil movimiento le agarré la cabeza y empecé a meterle grampazos en la trucha.
- ¡Tomá vieja puta! ¡Acá tenés el pago pa' vos y para la trola de tu hija! ¡Tomá! ¡TOMÁ! –
En mi saña, seguí engrampando la jeta amorfa hasta que se pareció a mi primera y última obra de mi carrera artística, allá por primero de escuela, en la clase de taller. Le tiré el escritorio encima y busqué otra víctima. La rubia del escritorio de al lado era la sucesión natural.
- ¡Y pa' vos también hay conchuda! –
- Me sigue haciendo perder el tiempo.- Dijo Ofelia - ¡Y deje de mirar mi engrampadora!-
- Si, disculpe usted. Bueno, supongo que voy a tener que buscar a alguien que me pueda ayudar y que realmente se merezca el oneroso sueldo de empleado público que percibe, a diferencia de otros. –
- ¡No me falte el respeto!-
“No vieja, la puta que te parió. Prefiero engramparme las gonadas a la silla antes que seguir escuchando a una vieja amargada tirándome mala onda”
- Buenos días. – Dije, y me paré.
Me fui de ahí, pero sin saber que en los pasillos de Roxlo 1275 me iba a esperar una sorpresa.
No, no es un travesti, de esos tengo en la esquina de casa. Es otra sorpresa que se verá en el próximo capítulo. Sentite libre de poner música de telenovela venezolana para acompañar el suspenso.
Leer Parte 4 |