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FURIA EN LA INTENDENCIA
UNA HISTORIA DE VIOLENCIA Y JUSTICIA

por Frutillaitor



Cuando uno de tus amigos peruanos vuelve a su país, uno encuentra que en su lugar ahora yace un vacío. Un vacío que ninguna Chicha Morada o Chirimoya podrá alguna vez llenar...
Es por eso que en el día de su partida tomé precauciones para llegar con excelente puntualidad al aeropuerto internacional “Carlos Gardel”.

Llegaba al semáforo y me detuve siempre acorde con las leyes de tránsito, antes de las dos líneas blancas para permitir un seguro pasaje a los peatones, que no tienen los medios o el permiso para circular como gente civilizada, en auto.

En eso vi una figura que hacía una reverencia, como hacen los verdaderos artistas, y mientras decía unas palabras que no me molesté en oír, dio inicio el bohemio espectáculo.

Este consistía de hacer “malabares” con lo que aparentaban ser tres pequeñas antorchas, por supuesto encendidas, lo que a mi parecer era una falta de respeto a la seguridad de los conductores allí presentes, pues según yo recuerdo el fuego es un arma.

También lo recordarían los habitantes de “Palo Solo”, una pequeña comunidad de hippies en el interior del país, pero eso es otra historia...

La ridícula figura no debía ser muy versada en las habilidades sociales, dado que no comprendió el amable gesto que le dirigía con mi mano derecha abierta y con los dedos juntos, mientras hacía un recorrido horizontal sobre mi cuello.

A pesar de mi claro gesto de “No, gracias” el individuo se acercó a mi ventanilla con intenciones de recolectar la tarifa del artista. En ese instante me percaté de que no sólo me pedía dinero sino que aún tenía las antorchas encendidas, en calidad de “persuasión” según mi entender. Además estaba fumando.

Si hay algo que me molesta en este mundo( llámese todo.) es que fumen en mi presencia, sin siquiera preguntarme si me molesta.

Claro que me molesta, pues yo no fumo porque es malo para la salud y te arruina la piel y los dientes. Ni hablemos lo que hace por tu voz y el aliento.

-Vecino una moneda para la comida?—pregunto el individuo.

-No soy tu vecino.—contesté molesto.

-Bueno pero me das una moneda igual?—volvió a insistir el pelmazo.

-Estás fumando, me molesta que fumes cerca de mí—expliqué.

-Ah sos re sano sos!—replicó mordazmente.
-Si hago lo que puedo, el cuerpo es lo único que realmente nos pertenece y si no lo cuidamos nosotros nadie lo hará por ti.—contesté orgulloso.

-Pero me das la moneda o no?—volvió a incurrir.

-No.— Respondí mientras ponía el primer cambio, dando señal de que el desagradable intercambio de palabras estaba terminado.

-Botón—reprochó mientras exhalaba una nube de humo de cigarrillo barato.

Sería justo para ti, querido lector, que explique mi teoría acerca de fumar cerca de personas que no lo hacen.

Suponemos que un individuo sentado a mi lado enciende un cigarrillo, que como todos sabemos hace daño por su alto contenido de químicos y está más que comprobado que aumenta las probabilidades de cáncer si este no lo causa.

Siempre me formulo la misma pregunta, ¿por qué alguien quiere hacerse daño y al mismo le hace daño a otra persona que simplemente comparte un espacio con él?, sin entrar en detalles políticos y filosóficos sobre el derecho y libertades de uno y el otro, seguro estaremos de acuerdo en que dónde comienza la libertad ajena, cesa la propia.

Con el cigarrillo la respuesta surge de los usuarios de este mismo, “da placer” te dicen cuando uno inquiere en el tema.

Placer.

Es tan variado en estos días modernos como lo era en la antigüedad, salvo con la excepción de clavarle un hacha en la cabeza a alguien por puro placer...Ah..los buenos tiempos...

Si comprendo bien, el derecho del fumador de consumir el cigarrillo intercambiando cáncer por placer momentáneo es aceptado y comercializado en todo el mundo, ahora el no fumador, el que resulta involucrado en el asunto, no recibe ningún tipo de ganancia. Todo por placer.

Así que el fumador fuma, recibe placer y daño, y yo por estar ahí recibo sólo daño...por lo tanto, si yo le doy una golpiza al fumador, recibo placer, y además le hago daño. Es un trato justo si me preguntan a mí. Y no hay daño para mí.

-Botón.—El humo me molestaba tanto como su réplica, quizás más.

-Flaco, para me acordé que tengo cambio suelto.—En realidad me acordé de una botella barata de vodka que había comprado para hacerle una broma a un amigo que corrió una maratón....ese día me había reído.

Esta botella sin terminar, porque no tuvo chance, yacía debajo del asiento del acompañante justo al lado de la escopeta .

-MPFGGH!!
Fue lo que creí oír mientras partía la botella con el inflamable, pero ligeramente bebible contenido, en su sucia existencia.

El griterío comenzó, todos los transeúntes entraron en pánico como suele hacerlo la plebe. El infeliz se incendió tan rápido como “Palo Solo” y se revolcaba en el suelo intentando sofocar las llamas alimentadas por la vodka.

La gente me miraba como culpable de asesinato o algo así, entonces decidí bajarme del auto y orinar sobre el individuo para intentar al menos apagar las llamas.
El problema es que me inhibo en lugares públicos así que simplemente me digne a escupirle.

-Hice todo lo que estuvo en mi poder—Concluí mientras me subía al auto y me lamentaba por la pérdida de tiempo y vodka.

Había perdido mucho tiempo, debía recuperarlo en forma de altas velocidades y maniobras hollywoodenses automovilísticas.

No contaba con la presencia de los representantes de la ley municipal. Los inspectores de tránsito.

Chanchos, Zorros, Hijos de p**a. Así se les llama.

Operan en bajadas, escondidos detrás de árboles y toda cuanta artimaña puedan emplear para castigar a los justos como yo.
Sin embargo no hacen nada al respecto de las carreras ilegales en las calles o los que circulan con autos en pésimas condiciones que ponen en riesgo al público allí presente.



Parte 2





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