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ERROR DE CONTINUIDAD
Parte 6: ¿Nos Perdimos La Fiesta?

por Sokoban

Finalmente arrivamos a nuestro destino. 1 minuto más en esa bicicleta y esa donación que hice al banco de esperma no resultaría tan estúpida después de todo.

El lugar, un almacén aparentemente abandonado en la zona del puerto de Montevideo. 2 puertas gigantes de metal con las palabras "Joe Black el delicado" en grandes letras blancas dominaban la escena.

Le pregunté a Mariana por la inscripción y me contestó que los anteriores propietarios del lugar tenían un lucrativo negocio de venta de consoladores hace unos años atrás. Desafortunadamente uno de los artículos se comportó de una manera poco delicada con una de las consumidoras (debido a un desperfecto mecánico en la unidad de rotación) y eso resultó en una demanda millonaria que dejó a la empresa en la bancarrota y a la consumidora caminando chistoso por el resto de su vida.

Escuchamos la historia decenas de veces en los diarios en la televisión. Juguetes sexuales que atacan a sus propietarios sin razón alguna. Escribí una historia como esa una vez pero fui censurado bajo la amenaza de perder mi trabajo sino cesaba y desistía lo que estaba haciendo.

Debo confesar que en ese momento cedí ante la presión de mi editor. Me pregunto si haría las cosas de manera diferente estos días.



Encendí un cigarrillo. Mariana tenía problemas para acceder al edificio. Ya había intentado varias veces de pedir el acceso al edificio por medio del timbre. Ahora recurría a la alternativa más razonable. Una barra de metal oxidada utilizada como palanca para convencer a la puerta de servicio de que eramos buena gente y que debía otorgarnos derecho a la entrada.


Ésta última estaba resultando ser bastante terca. Investigué de manera más cercana a la susodicha y descubrí para mi asombro que era de origen francés. Nada salido de ese país podía pasar más de 15 minutos sin darse por vencido. Ese fue el primer indicio de que algo estaba mal.



"Así que este es el refugio del gran Ferris Buller." Dije mientras inspeccionaba las grandes puertas de metal con la inscripción.

La ex-lider de campamento decidió ignorarme y centrarse en su tarea. Para este momento no me quedaba la menor duda que esa pieza de cerramiento jamás podría haber venido del país que decía.

"¿A donde creés que se fue todo el mundo? Pensé que te estaban esperando o algo así." Esta vez Mariana logró desviar su atención por un momento y levantó su mirada en mi dirección.

"Se supone que yo sería la primera en llegar, pero nada es seguro ahora. Si llegamos tarde es muy probable que todo esté perdido."


"Todavía no me dijiste nada acerca de lo que salió mal."

"No, no lo hice." Luego de decir esto Mariana pateó la puerta de supuesto orígen galo e insultó algo en lo que supuse era alguna forma de dialecto klingon. Más tarde me enteraría que era portugués, remanente de la herencia familiar de Matalobos.


Teniéndo yo mismo ganas de golpear algo y viendo que el día que estaba teniendo justificaba totalmente dicha actitud, pateé una de las hojas del portal gigante. Sorprendentemente esto no partió varios de mis dedos en el acto, sino que generó un temblor y un sonido perturbante que invadió el aire por algunos segundos.


El sonido a lo único que pude asociarlo, durante su breve período de vida, fue al canto de los unicornios marinos durante su período de apareamiento en los mares del Norte (Me regalaron para navidad una colección de videos de la National Geographic junto con una video cassettera, mi editor pensó que este era un mucho mejor regalo que un bono en efectivo dado que en última instancia habría gastado el dinero en una de menor calidad).


Como dije el aullido metálico duró pocos segundos y el temblor generalizado lo acompañó todo el camino. Ambos provenían de las puertas metálicas que tenía frente a mi.

La pared de acero que antes formaban esas 2 puertas ahora había decidido cambiar de profesión y convertirse en un puente levadizo. Esto lo deduje al ver como todo el conjunto de puertas y marco se inclinaban lentamente hacia atrás. Desplomándose de la misma manera que una gorda aterriza sobre su sillón preferido dejándo a su gato mascota en la incómoda posición de superficie de apoyo para sus nalgas monumentales.


Las puertas calleron al igual que lo hizo el mundo para Mariana cuando descubrimos el interior de la bodega.

En primera instancia aquello que más me llamó la atención, debido a que soy un tipo extremadamente observador, fue la falta del interior mismo de la bodega. Techo, paredes y estructuras internas habían colapsado sobre sí mismas. El edificio entero ya no era más que parte de una escenografía hollywoodense en la cual solo queda el frente y un par de muertos dentro.


Los muertos en este caso no eran trabajadores mejicanos a los cuales el estudio había decidido retirar antes de tiempo ante la amenaza de formar un sindicato. Estos muertos aparentemente eran aquellas personas a las cuales Matalobos debía advertir de que algo había salido mal. Sea cual fuere la cosa que salió mal, yo diría que salió extremadamente mal en mi humilde opinión.


Los cadaveres eran de una amplia gama de personas. De edades y etnias diferentes, como un anuncio de Benetton dirigido por Rob Zombie.

Esparcidos por todo el lugar. Algunos bajo los escombros, otros completamente fuera del área de derrumbe. La característica que le daba cohesión al grupo era que todos y cada uno de ellos habían sufrido algo que yo llamo "el efecto G. E. Kane", en honor al personaje de la película "Alien". Recordemos que es a este personaje en particular el que se le brinda el honor de dar a luz a la pequeña criatura que termina dándole trabajo a Sigourney Weaver por la siguiente década.


La única diferencia era que sus pechos en lugar de haber explotado de adentro hacia afuera, simplemente habían explotado, dejándo un orificio del tamaño de un plato conmemorativo del tercer Reicht en su lugar. Llamémoslo anomalía 2.


Matalobos permanecía en su lugar escurriéndo agua salada por sus ojos. Yo decidí tomar el tour del horror y estudiar las premisas por mi mismo.


Encontré que todo el edificio se encontraba fuertemente reforzado. Grandes placas de acero, como la de la puerta recubrían las paredes. Estas eran gruesas y de concreto, como en un bunker o la casa de un sujeto realmente paranoico.

En el piso vi esparcidos mapas, planos, alguna que otra computadora, grandes archiveros apoyados de costado con su contenido desaparecido. Esta escena se repitió por todo el lugar. Parece que alguien estaba buscando algo, o tal vez trasladaron los documentos a un lugar seguro antes de que esto sucediera. En ese caso ¿Qué hacían estas personas adentro sabiendo que algo malo iba a suceder?.


Fue entonces que vi algo moverse por la periferia de mi campo visual. Giré a mi derecha y solo vi una de esas puertas blindadas apoyada sobre el suelo. Lo que quedaba de un cuarto "seguro" la rodeaba. Tal parece que descubrieron que las paredes eran menos resistentes que esas supuestas puertas francesas. Aunque la puerta había recibido una buena golpiza dentro de todo. Su superficie estaba calcinada y los malditos responsables de todo esto, se las habían arreglado para hundirla en su parte media.


¿Cómo es que no escuchamos nada? Una cosa como esta no sucede de manera sigilosa. Ni un escuadrón de ninjas con tanques forrados de almohadones mulliditos para silenciar sus cañones pudieron hacer esto. Digo ¿Cómo amortiguaron el sonido de los impactos o el derrumbe de todo el complejo? Un verdadero caso para Beakman.


Mientras yo lamentaba no tener acceso a los episodios viejos del científico con mejor estilo de cabellera de norteamérica, volví a ver movimiento.


Esta vez debajo de la puerta blindada. No lo había notado la primera vez pero esta ocultaba un agujero en el piso. Al acercarme pude ver que este hoyo eran escaleras descendientes. Toda la habitación se encontraba debajo del nivel del suelo. Al colapsar las gruesas paredes, el espacio donde solía estar la habitación fue llenado con escombros. La puerta se encontraba apoyada sobre unos hierros retorcidos, que seguramente servían de pasamanos para la escalera.


Vi algo en el espacio creado entre la puerta absurdamente resistente y los escalones. Me acerqué y miré hacia adentro. Ahí, en posición fetal, con una clara mancha en sus pantalones, temblando como una hoja y agarrándo su cabeza con ambas manos mientras emitía el sonido más patético que he escuchado en mi vida vi a un hombre. O lo que quedaba de él.


Escuché un sonido detrás de mi.

Matalobos.

Ella tomó un paso al frente y se agachó junto a mí, frente a la abertura. Sus ojos se abrieron tanto que pensé que iban a saltar de sus órbitas. Se congeló, tambaleó un poco y finalmente colapsó sobre sus manos y rodillas mirando al sujeto tembloroso.



"¿Ferris?"

 

 

Parte 7: Hacía mucho que no veía el color de mi propia sangre





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