ERROR DE CONTINUIDAD
Parte 3: Matalobos
por Sokoban
"¡Tenemos que parar! Creo que dejé un pulmón en el camino, sin mencionar que estas sandalias me están matando." Le dije a Mariana.
"Es el precio que tenés que pagar por verte como una chica bonita, culpá a esta sociedad misógina.
Eso siempre me hace sentir mejor." Contestó.
Acto seguido, hice caso a su consejo.
En efecto, me hizo sentir mejor.
Bueno, por lo menos hasta el momento en que me llevé puesto a un pequeño cocker spaniel llamado "Walter Cronkite".
Hacía 4 minutos el frente de mi edificio había colapsado llevándose buena parte de mi departamento consigo. Sin mencionar a los 4 miembros de las fuerzas del orden público que me fueron a visitar esa tarde.
(Más tarde me enteraría que 3 transeuntes también fueron víctimas del siniestro)
Por sorprendente que parezca, el hecho que más me llegó a sorprender en ese momento no fue la súbita caída del valor de mi propiedad.
(O la caída de la propiedad en sí misma)
Tampoco fue el descubrimiento de que de repente estaba invoucrado en una serie de sucesos un tanto confusos. Que incluían la desaparición de un empleado público con buenas probabilidades de ser el potagonista de la inmortal serie de libros "¿Dónde está Wally?".
Y por extraño que parezca, tampoco fue el despertar vestido de "Jeanie" (potagonista de la popular serie norteamericana "I Dream of Jeanie"), con sandalias puntiagudas color rosa y todo.
No, la verdadera cereza de esta torta de eventos carentes de sentido era ella.
Mariana Matalobos. ¿No estaba muerta esta mina?
Quisiera poder decir que conocía a Mariana pero esa sería una mentira. Yo apenas intercambié algunas palabras durante los 3 meses que compartimos la misma escuela en quinto año.
Y esas fueron aproximadamente las siguientes: 'Si hubiese sabido que inflamable y flamable significaban lo mismo no estaríamos asando malvadiscos con lo que queda de la cabaña ¿Verdad?'
Mariana era una especie de lider de excursión honoraria en el campamento de la escuela.
Por mucho que odiase los campamentos, aún más odiaba a los lideres de campamento.
Y por mucho que odiase a los lideres de campamento, odiaba el doble a los infelices que se encargaban de cuidar que no nos escaparamos en el medio de la noche mientras los lideres de verdad estaban en el bosque fumando marihuana y tomándose todo el licor confiscado.
Lo último que supe de la mina fue años después.
Escuché que se había convertido en lider de campamento y que una tragedia en el bosque con un maniático usando una máscara de Hockey había sido el fin de Matalobos y su prometedora carrera cómo lider de campamento.
Ahora, años después, salida de una nube de polvo como una aparición fantasmagórica me había sacado a rastras de lo que quedaba de mi apartamento. Su urgencia por salir del lugar era tal, que apenas me dió tiempo de agarrar mi bolso con los pocos efectos personales que me quedaban en este mundo.
Por los siguientes 4 minutos, Matalobos se ocupó de arrastrar mi trasvestida humanidad todo el trayecto desde mi apartamento en el segundo piso, a través de la escena de devastación fuera del edificio, y un trayecto de cerca de 12 cuadras hasta la puerta del cine porno donde me encontré con Walter Cronkite saliendo del mismo.
"¿Te encuentras bien Walter? ¿Te hizo algo, ese horrible travesti? ¿Por qué no se fija por donde va imbécil?"
Estuve a punto de hacer un astuto comentario al respecto de porque alguien llevaría un perro dentro de un establecimiento como el "Pornoplex", pero luego volví a fijarme en mi atuendo y bajé mi cabeza en un claro gesto de "Siento mucho haber aplastado a tu cocker spaniel, maldito pervertido. Prometo no hacerlo otra vez......pervertido.".
Antes de que el sujeto lograse darse cuenta de la genialidad de mi sutil ofensa y cometer suicidio con la correa de su perro frente a ese grado de humillación extrema, Mariana me empujó dentro del cine porno.
"El diálogo es un poco predecible pero la historia vale oro." Le dije a Mariana una vez instalados en las butacas menos pegajosas que pudimos encontrar en la sala de proyección.
Matalobos miraba sobre su hombro constantemente tratando de encontrar algo. Decidí insistir con la conversación.
"¿Te importaría decirme por qué te vino el impulso de ver orgías con enanos tan temprano en la tarde?
Hay grupos de ayuda para gente como vos, me acuerdo que me dieron un folleto al respecto algunos tipos de la iglesia de los últimos días el otro día."
"Creo que nos siguen."
"¿Los de la iglesia de los últimos días?"
"No a menos que ahora acepten negros rastafari." Apuntó a un individuo de gafas oscuras en una de las últimas filas.
Usaba un canguro gris con la capucha cubriendo su gigantesca colección de rastas, hacíendolo ver tan conspicuo cómo un show de Barry White en una reunión del Klan.
"Ah, ese es Ziggy."
"¿Ziggy?"
"Si Ziggy, el es mi acosador. Llevamos juntos casi 2 años ya."
"¿Acosador?"
"Se que el término suena 'clichè' pero ¿De qué otra manera le digo a un tipo que sigue cada uno de mis movimientos, hace llamadas a mi oficina y corta, o colecciona mis recortes de uñas?"
"Buen punto."
"De hecho no se llama Ziggy. Yo le puse el nombre, nunca hemos hablado, supongo que es tímido, o realmente aburrido y muy consciente de ello."
"Ya veo."
"Si, hemos vivido muchas cosas Ziggy y yo.
Si querés te cuento algunas después de que me expliques exactamente que mierda está pasando acá."
"Ziggy tiene un arma."
Parte 4: We Be Jammin' |