A lo largo de la historia han habido incontables revoluciones. Algunas exitosas, otras menos y muchas fueron un completo fracaso. Pero en el caso de la revolución de Artigas, tendemos a engañarnos, tomándola como una derrota digna cuando en realidad fue una larga serie de pequeños infortunios tales como…
1. No existían los VHS ni los pasamontañas
Este es el 2+2 de las revoluciones: si querés armar lío ponete un pasamontañas, dale REC, y mandá el VHS a la persona que quieras asustar (antes de eso apretá otra vez REC para que deje de grabar lo que la cámara empezó a grabar cuando le diste REC la primera vez, porque si no se te va a complicar para sacar el VHS).
Hoy en día es muy fácil conseguir el RevoluKit en cualquiera de las redes de narcotraficantes más confiables del país, pero en ese entonces no existía la tecnología que hace posible su fabricación y Artigas tenía que poner su resaqueada cara para decir: “Acá soy yo el que quiere cambiar las cosas. Y estoy dispuesto a luchar hasta que me metan esta bandera por el orto y me provoquen un desgarro anal, como Aldo silva cuando fue a cubrir las protestas de los pinochetistas en Chile”. No era cosa fácil, y si veían que eras medio bolche enseguida te mandaban a limpiar o te metían a un negro de infiltrado pa’ que te cebe mates lavados durante toda la eternidad.
2. Armar un país da mucho trabajo
Puff. Ni te cuento. Cualquiera que haya jugado al SimCity puede dar fe de eso. Yo perdí todas las veces que jugué, y eso que había que construir una ciudad, en vez de un país. Los revolucionarios conocían bien esto, y por eso tampoco estaban muy motivados por armar un país nuevo. Ellos querían unirse a las Provincias Unidas y chau, que el laburo lo hagan los otros. Pero al final medio que no, y no era mucho negocio estar dispuesto a morir para acceder a un partida nueva de SimCity, para que después te venga un tornado, un UFO, o un inglés con nombre de pelotudo y te haga pelota todo el país.
3. En Uruguay las revoluciones están destinadas al fracaso
Los movimientos revolucionarios y el Uruguay siempre se han llevado mal. Desde el MLN-Tupamaros, pasando por el canal 20 de TCC, y hasta la Tarjeta Joven. Todos ellos han fracasado en su lucha por convertir nuestro mundo en un lugar mejor. Tal vez el caso más emblemático sea el revolucionario SUN, un cable de mierda protegido por coso de plástico, que resultó demasiado innovador para nuestras tierras y fue prohibido por la IMM (IMtendencia de Montevideo).
Esto generó una gran polémica que tuvo como protagonistas a la intendenta Ana Olivera y el presidente del Sindicato Único Nacional del SUN (SUN-SUN, por sus iniciales).“Ella no calienta ni al agua del mate y se la agarra con nosotros”, dijo el presidente de SUN-SUN en declaraciones a la prensa el día en que se enteró de la noticia. Del mismo modo que Artigas se fue exiliado al Paraguay, hoy el inventor uruguayo de este aparatejo, Carlos Caggiani, vive en Estados Unidos y le chupa un huevo su país.
4. No tenía una buena campaña de marketing
A Artigas le faltaba algún que otro Desachate, un poco de engagement y feeling con su público. Al igual que COSSAC y los Pare de Sufrir, Artigas apuntaba a los pobres, analfabetos y esclavos para que se unieran a su revolución. Incluso, dicen las malas lenguas, que en el primer borrador de las Instrucciones del año XIII decía originalmente:
“…los más infelices serán los más privilegiados. En consecuencia, los negros libres, los zambos de esta clase, los indios, los criollos pobres, los putos y los hinchas de Peñarol, valga la tautología, todos podrán ser agraciados con suertes de estancia, si con su trabajo y hombría de bien propenden a su felicidad, y a la de la provincia”.
Pero más allá de eso, la Revolución Artiguista carecía de una campaña creativa que genere empatía con su target, con los enfermitos que estuvieran dispuestos a darse de bomba con un cuchillo Tramontina contra un ejército entero. De hecho, si nos fijamos en su bandera, también podremos ver la poca habilidad de los creadores de la identidad visual de la revolución, que de hecho eran alumnos escolares que participaban de los concursos que organizaba Artigas para no pagar un peso en diseñadores profesionales.
5. Los porteños son infumables…
Lo que quería Artigas era hacer las Provincias Unidas del Río de la Plata, bla, bla, bla. En todas las idas y vueltas de Artigas por lograr eso, se tuvo que fumar en pipa a muchos porteños. No debe ser fácil tener que negociar con Guido Süller un tratado de independencia, o que alguien como Perón te dé una mano para organizar una batalla. En el transcurso de la revolución, los artiguistas tuvieron unos cuantos encontronazos con los porteños, lo que los distanció. Porque un porteño viene a ser ese amigo que anda siempre por la vuelta pero en realidad no te bancás. Es un amigo al que querés tener lejos, de preferencia con una frontera o dos entre medio, y eso justamente fue lo que le pasó a Artigas.